Buscar este blog

sábado, 23 de mayo de 2020

Reseña de Dark Imperium de Guy Haley

Dark Imperium, a opinión personal, encarna la faceta mas corporativista de Black Library, pero que nadie se piense que digo esto en tono despectivo. El motivo es bastante evidente en realidad: esta novela, ante todo, es un producto parcialmente prefabricado para servir al propósito de presentar el nuevo contexto de la Octava Edición, es una obra hecha "por encargo" para que nos entendamos, la muestra definitiva de que Black Library es una empresa de merchandaising que vende un subproducto de sus licencias, algo que no me cansaré de repetir. Pero una vez mas, esto per se no es malo. Por descontado preferiría valorar el talento de sus autores en base a cosas que hayan escrito y de verdad reflejasen una parte de ellos mismos en su trabajo, en lugar de un libro cuyo proceso creativo comenzó con una empresa que se puso en contacto con sus escritores y a quien le dieron unas directrices sobre las que trabajar. ¿Esto resta mérito a la obra? Pienso que no. Mientras uno sepa a lo que viene, en mi opinión merece la pena juzgar a una obra de este tipo por sus propios méritos, por la historia que, incluso siguiendo unas determinadas pautas, sea capaz de contar. ¿Pero por qué Dark Imperium, entre todas?

Porque si hay una obra que consideraría "importante", en el sentido de que tiene un particular valor metanarrativo para el universo de Warhammer 40.000 esa sería Dark Imperium. Esta es una consecuencia directa de un universo ficcionado que durante mucho tiempo ha estado en un estado de estancamiento y que de un año a otro decida avanzar a pasos agigantados. Incluso sin perder sus señas de identidad, el canon ha cambiado tanto en esta Octava Edición que de pronto hay que reaprender ciertos aspectos del mismo y tener en cuenta algunos de los nuevos actores de esta obra. Así pues, Dark Imperium hace un esfuerzo extra por exponer algunas de las consecuencias directas de los eventos cataclísmicos que llevaron a la Octava Edición.



Para hablar apropiadamente de Dark Imperium, lo mas adecuado quizá seria comenzar centrándonos en su protagonista, nada menos que el Primarca Renacido, Roboute Guilliman, porque me parece una elección muy acertada. El libro comienza con su "muerte" a manos de Fulgrim, e inmediatamente después da un salto de diez mil años al "presente", a finales de la Cruzada Indomitus, lo que le otorga al personaje un fuerte contraste entre su desesperación al momento de dejar al Imperium sin una mano que los guíe y su horror al encontrarse el Imperium en su estado actual, después de diez mil años de guerra, y quiero incidir en esto porque Roboute Guilliman resulta ser un personaje multitarea en esta obra. Para empezar, es un personaje atormentado por la siniestra realidad en la que se ha convertido el sueño del Emperador. El adagio de Warhammer 40.000, aquel de "olvida las promesas de progreso y aceptación" parece especialmente dirigido a Guilliman, quien después de todo es un recuerdo de un pasado glorioso e ilustrado que estaba salvando a la Humanidad de su propia extinción hasta el momento de la Herejía de Horus, pero que ahora contempla un reino de brutalidad, superstición y tiranía, y eso crea el conflicto principal de la novela. La trama se sitúa al final de la Cruzada Indomitus y el comienzo de las Guerras de la Plaga, pero el conflicto central de libro es en realidad el esfuerzo de quien es uno de los últimos visionarios de una época dorada por recuperar el esplendor del pasado, todo al mismo tiempo que dirige el reino mas vasto que ha creado la Humanidad.

Así, Guy Haley aprovecha todos los conflictos que se le presentan a Guilliman para darle capas de profundidad a su personaje y enfrentarlo a situaciones que claramente lo superan, porque incluso después de haberse reunido con su padre, después de haber llevado a cabo una Cruzada que ha salvado el Imperium, después de haber revivido Capítulos de Astartes que estaban prácticamente extintos, aún se siente como un personaje que ha perdido su principal batalla antes incluso de que esta empiece. Incluso si consiguiera aniquilar a sus enemigos en el campo de batalla, no podría salvar el Imperium de su propia psicosis religiosa. El que me parece el punto mas acertado a la hora de reflejar hasta qué punto Guilliman contempla con desasosiego el presente es que este se cuestione sus propias decisiones y arrogancia al pensar que el Codex Astartes o la separación de los mundos del Reino de Ultramar fueron decisiones acertadas que no traerían consigo ninguna pega. Además, su visión es, al mismo tiempo, la de un personaje con identidad propia y la de un lector novel de Warhammer 40.000, alguien que todavía está entrando en contacto con esta nueva realidad y le cuesta asimilarla, por lo cual, la manera en que expresa sus pensamientos e ideas ayuda muchísimo a que el lector se meta en su piel, y hace de esta una obra muy recomendable para principiantes o incluso veteranos que quieran tener una visión clara del nuevo canon y sus principales conflictos.



Sin embargo, Guilliman no es el único punto de vista del libro. Su autor es muy consciente de algunos de los conflictos que traen consigo la llegada de los Primaris y que Mortarion haya decidido pasar a la ofensiva y no pierde la oportunidad de darles espacio en su obra. Hay varios personajes Primaris que toman el manto de protagonista en diversos puntos de la obra, dependiendo de para qué los necesite el autor, ya sea para mostrar su talento en la guerra o para revelarnos sus conflictos a la hora de incorporarse a los Capítulos de Astartes en una sociedad retrógrada en extremo. Es mas, Marneus Calgar (que en el momento de la obra ya debería ser un Primaris que ha pasado el proceso del Rubicón, pero en el momento de publicarse la novela, aún no había salido el suplemento de Vigilus, donde vimos a los Rubicón por vez primera, aunque en una reedición posterior efectivamente ya es un Primaris) se nos muestra de forma diametralmente opuesta a esa idea de sabios y doctos que tienen los Ultramarines, comportándose como lo que, después de todo, es un Marine Espacial en un universo distópico: un fascista de mucho cuidado, que además está corroído por la envidia, especialmente después de que Guilliman lo haya sustituido como gobernante del Reino de Ultramar.



El principal "pero" que tengo con la obra es la manera en la que Guy Haley retrata a la Guardia de la Muerte de Mortarion, pero antes debo hacerle justicia a su escritura: es bueno. No, es mas que bueno. Aunque no considero por lo general que los autores de Black Library tengan un dominio extenso de la lengua inglesa, lo cierto es que en este caso me ha sorprendido para bien. Haley parece alguien que se ha pasado horas mirando el arte conceptual de Warhammer 40.000 y ha entendido que parte de su encanto y de lo que lo hace único es la manera en la que este cala de forma visual, la mezcla entre el barroco de sus su arquitectura, tono épico y "body horror", y la verdad es que me impresiona la capacidad que tiene de cambiar el enfoque de su obra con tanta agilidad. Cuando escribe desde el punto de vista de Guilliman, percibimos el Imperium de la forma mas grotesca posible, no solo porque de por sí el Imperium es horrible, sino porque es algo de lo que se siente orgulloso de mostrar, toda esa vileza convertida en virtud, ese éxtasis religioso del que no puede escapar y por el que comete auténticas barbaridades, pero al mismo tiempo un poder industrial capaz de borrar del mapa montañas con su poder tecnológico. El autor captura la estética de Warhammer 40.000 a la perfección, hasta el punto de que he pensado que es el candidato ideal para ser guionista de cómics. Pero es que además es bueno narrando la acción. Los momentos mas intensos de la obra están muy bien elegidos, porque no solo son una oportunidad de mostrar a los Primaris en acción (ay pillín...) sino que Haley también entiende que lo bueno, si breve, dos veces bueno, por lo que realmente no pasamos tanto tiempo viendo al personal repartirse estopa. Por último, la parte mas truculenta de la obra corresponde a todo lo que se relaciona con la Guardia de la Muerte y la terrible experiencia que es enfrentarse a ellos. No es ya que de todos los enemigos del Imperium, estos sean de los más repulsivos, es que con ellos su autor crea una subtrama con una cocción mas lenta e inquietante. El resumen de este párrafo es que en tan solo trescientas páginas, Guy Haley demuestra una capacidad de adaptación y versatilidad que no todos tienen.



Ahora, mi problema con la Guardia de la Muerte es que aquí han decidido plantearlos como villanos de opereta y como tales, tienen lo que necesitan para ser una presencia terrorífica. La Guardia de la Muerte no es una fuerza peligrosa solo por su letalidad en combate, sino también por la corrupción que mancilla todo lo que tocan. Entre otras cosas, su aspecto y su filosofía representan una burla al concepto mismo de "ser viviente", pero me temo que Guy Haley se ha quedado con su faceta mas estética y efectista. La Guardia de la Muerte, por tanto, tiene una presentación digna de villano de cómic; puedo decir que el autor ha capturado su apartado visual, sin duda, y que ha sabido darles un tratamiento digno de abominaciones antinaturales cuya mera presencia provoca genuino pavor, pero al mismo tiempo es superficial. Todo el diálogo de los personajes de la Guardia de la Muerte y sus aliados demoníacos, incluyendo a personalidades como Typhus y Mortarion, perfectamente podría pasar por el aro de una serie de animación matinal, lo que, después de haber leído Lords of Silence, me parece una visión simplista y que roza o caricaturesco. Y yo lo siento mucho, pero convertir a la antítesis del Imperio en poco mas que sacos de boxeo me parece una metedura de pata.

Sin embargo, también tengo otra queja, y es que en la obra se puede llegar a percibir cierta falta de enfoque, particularmente cuando uno se hace una sencilla pregunta: ¿de qué va realmente Dark Imperium?

Pues bueno, lo cierto es que Dark Imperium es un vistazo a la nueva realidad de Warhammer 40.000, queriendo abarcar diferentes puntos de vista hacia los que para el autor son los temas del momento al comienzo de la Octava Edición, esto es, Guilliman adaptándose a esta época, la introducción de los Primaris, y la Guardia de la Muerta asaltando Ultramar, pero esto son cosas que se exploran por separado y realmente, no se llega a profundizar tanto. De estos tres temas, el de Guilliman es el mejor cohesionado, porque se puede decir que tiene un planteamiento y un arco propio que funciona de manera independiente, pero las otras dos cosas carecen de genuina substancia. El personaje principal de los Primaris es el Capitán Félix, que lo encuentro tremendamente desaprovechado. El arco de Félix es el de un personaje sobre el que se le otorga el manto de la responsabilidad sobre una tarea enorme, pero este funciona solo como una extensión de las decisiones de Guilliman, y lo peor es que solo aparece en el libro para repartir estopa, nunca le llegamos a ver desenvolviéndose en la dura tarea política que el Primarca pone sobre sus hombros. Y finalmente, aunque ya he mencionado la Guardia de la Muerte y de su decepcionante representación, hay algo mas. Hasta pasada la mitad del libro, no se hace apenas mención de ellos y no es sino hasta el tercio final que hacen aparición, pero su actuación en la obra es algo que ocurre tan de pasada que casi uno no se da ni cuenta de que el autor deja algunos cabos sueltos con ellos, anticipando unos elementos de trama a los que luego no da resolución alguno, lo cual, se mire por donde se mire, está fatal. ¿Es probable que esto se deba a la extensión máxima de la obra? Puede ser, pero entonces uno no puede evitar pensar que el enfoque de ciertas partes del libro, en especial las dedicadas a la subtrama de ciertos guardias imperiales, está muy de mas, siendo espacio que se podría haber aprovechado mejor.

Pero salvando estas cosas, lo cierto es que Dark Imperium excede muchísimo en todos sus aspectos, especialmente si tenemos en cuenta que es una obra comisionada. Es posible que mis expectativas fueran algo bajas a sabiendas de que probablemente estaba frente a un libro-anuncio, pero la manera en que trata el personaje de Guilliman y se esfuerza por enfrentar de cara problemas que surgen del nuevo canon, muestran en este trabajo un empeño muchísimo mayor del que seguramente se le requería al autor, y eso merece un respeto. Aparte, no puedo insistir lo suficiente es que, ahora mismo, esta es probablemente una de las obras mas importantes por su relación con la metanarrativa de Warhammer 40.000, por lo que la recomiendo muy encarecidamente. Ojalá que Plague Wars, su secuela, me deje igual de satisfecho.

sábado, 2 de mayo de 2020

Reseña de Eisenhorn, de Dan Abnett

Dan Abnett es un autor que no necesita presentación, sin importar de qué parte del mundo seas si conoces este hobby. Este autor de Lancashire se encuentra en el panteón de los escritores de Black Library, no solo por ser uno de los más prolíficos de su Historia, sino que también a su nombre se encuentran algunas de las sagas mas reconocibles de este universo,
Por eso tal vez mas de uno me quiera cortar la cabeza si digo que en mi opinión, está muy sobrevalorado.



No se me malentienda, dentro de la escala por "Tiers", Abnett ocuparía un puesto relativamente alto con respecto a la mayoría de los demás autores de Black Library, pero por otro lado pienso que muchos de los méritos que le atribuimos en la comunidad hispano hablante se deben mas a sus méritos pasados que a los actuales. A mas de uno le parecerá que fue aye cuando compró los libros de bolsillo de los Fantasmas de Gaunt, pero el primer libro de todos, Primer y Único, es también el primer libro publicado por Black Library allá en 1999, y en los veinte años que han pasado desde la publicación de sus primeros trabajos ha llovido mucho. Me da la sensación de que la última vez que algunos lo leímos hace fue hace bastante; otros autores han ido apareciendo y algunos, al menos para mí, han hecho cosas mas destacables, pero ocurre que hace tiempo que Games Workshop dejó de invertir en traductores al español y por eso no nos llega mas que una minúscula parte de sus publicaciones. Pero para ser justo, la trilogía que he querido reseñar en esta entrada es la que, personalmente, creo que es su mejor trabajo (a falta de no haber leído Ravenor o Pariah, que al fin y al cabo son spin offs) y porque pienso que sintetiza bastante bien sus virtudes y defectos. Posiblemente algún día reseñe los Fantasmas de Gaunt, pero a priori pienso que buena parte de lo que se dice aquí se puede aplicar también a esa saga, salvando unas cuantas distancias.

Seguramente no hace falta que haga una sinopsis de Eisenhorn, pero para lo profanos, esta trilogía abarca los momentos más importantes de la vida y obra del inquisidor del Ordo Xenos, Gregor Eisenhorn, y mas allá de ser una historia con sus personajes, tramas y demás, nos permite ver el Imperio desde una perspectiva poco habitual. Muchas publicaciones de la Black Library se localizan en campos de batalla o lugares que son importantes para la trama sin desarrollar un poco el contexto, pero Eisenhorn, en materia de géneros literarios, es ante todo una trilogía del género de espías.

Esta decisión es poco usual tanto hace veinte años como ahora en lo que se refiere a relatarnos una historia del oscuro y siniestro futuro, que por lo general prefiere tirar por la aventura y creo que por eso, esta es una obra mucho mas enfocada en cuanto al tono, algo en lo que creo que en su OTRA famosa saga falla estrepitosamente, pero de nuevo, conversación para otro día. Lo que nos toca decir de la trama de la trilogía de Eisenhorn es que maneja muy bien el suspense y tiene un arco evolutivo muy currado. El primer libro, Xenos, tiene una trama "típica", una amenaza para el Imperio que Eisenhorn debe resolver, un asunto a cuyo fondo debe llegar, pero en los dos trabajos siguientes la trama se vuelve mas personal. En Malleus el conflicto pasa de ser un posible traidor del Imperio a una amenaza que hace que Gregor se cuestione los principios de su propia institución, y finaliza en Hereticus, que puede resumirse en si el propio protagonista se ha convertido en el mal que juró exterminar. Por lo mismo, nadie puede negar que Gregor Eisenhorn es un personaje bien desarrollado. Aunque hablando de personajes...a ver...



Cuando se habla Abnett, hay que saber diferenciar entre construcción de personajes y desarrollo de personajes, porque lo primero se le da de maravilla, pero lo segundo no tanto. La forma que tiene Abnett de escribir personajes es mediante dinámicas de grupo, es decir, piensa en el lugar que ocupa un personaje dentro de un grupo de personajes, en su función práctica, y construye su personalidad entorno a un arquetipo, de manera que si algo podemos decir de ellos es que por lo general tienen bastante gancho. Su construcción es sólida, están bien definidos. Lo que no podemos decir de ellos es que tengan un arco propio o una personalidad muy profunda, porque el autor no tiene tiempo para ello o no sabe hacerlo si no es yendo de la mano de la trama. El truco que tiene para que parezca que un personaje cambia es la elipsis, a la que recurre una y otra vez para informar al lector de los cambios de un personaje, no a través de momentos de catarsis o epifanías, sino del día a día conviviendo con el grupo en el que está incluido. No se puede decir que sus personajes no tengan química entre ellos, pero no nos engañemos, el único que tiene un desarrollo como tal en esta trilogía es el protagonista, mientras que del resto se nos hace creer que son personajes capaces de actuar de forma orgánica cuando en realidad son títeres muy convincentes.

Ahora, lo que creo que hay que concederle a Abnett es que él construye un mundo dentro de un mundo. Para quien no conozca las aportaciones del autor, que sepa que sus obras han sido canonizadas dentro del universo de Warhammer 40.000 porque a diferencia de la muchos autores, que tratan el universo de 40K como un telón de fondo, él construye, da personalidad al lugar por el que pasan los personajes, ya sean campos de batalla en el caso de los Fantasmas o planetas civiles alejados del frente. Al igual que con sus personajes, la construcción de mundo de Dan Abnett no es profunda, pero logra que te quedes con ello con pequeñas licencias que le dan personalidad, es decir, se acoge a los prototipos de planetas del universo de 40K y entonces les da un giro que los hace únicos, aunque solo sea porque estamos acostumbrados a los Staligrados y los Paschendaeles en las novelas, y de pronto este señor te saca una suerte de Venecia espacial, o un planeta agrícola al que van a parar los mutantes como mano de obra y les empieza a dar pequeñas particularidades en la tecnología o las costumbres que los deja en ese punto exacto entre la familiaridad y la fascinación.



Con la Inquisición hace algo parecido. Dan Abnett es ante todo la prueba de que el fandom a veces es muy hipócrita. Esto no es un ataque contra el autor, sino contra ese ánimo tan hostil del fandom contra autores que pretenden aportar ideas nuevas al trasfondo o tomarse ciertas licencias, pero que luego adoran el trabajo de este señor cuando sus personajes mas conocidos son, básicamente, un Inquisidor que no actúa como un déspota, un Comisario que va en contra de todas las nociones de sádico de gatillo fácil que tenemos de los de su clase y el mismísimo Horus antes de pintarse la estrella de ocho puntas en el pecho. Abnett es un desmitificador nato al mismo tiempo que sabe no salirse del marco de Warhammer 40.000 y sus principios mas elementales. Podríamos hablar de Saturnine, pero eso es una conversación para otro día. Siento irme por las ramas, pero creo que este es otro punto a su favor, pues pudiendo tirar de tópicos, Abnett prefiere que veas el interior de las instituciones imperiales en detalle y compruebes que, al menos desde su punto de vista, no todos los tópicos son universales. La inquisición es temible, sí, pero no es omnipresente, omnisciente ni infalible. Los inquisidores son perros sin correa necesarios para acabar de raíz con amenazas en el Imperio, pero a veces esa misma libertad los lleva a enfrentarse entre ellos por matices en su ideología, lo que a veces termina en guerras intestinas. Además, eso de ir por ahí enseñando la roseta inquisitorial te abre muchas puertas, pero también alerta a sus enemigos y les da tiempo de huir antes de ser detenidos, por lo que si un Inquisidor quiere ser eficaz, debe aprender a ser sutil para descubrir cuán lejos se ha extendido una herejía para eliminarla.

Y bueno, ya estaría, con eso creo que he dicho todo lo que tenia que decir de Dan Abnett. ¿verdad?
Ni de coña.



Abnett es bueno, es imaginativo y sabe dotar de carisma a sus personajes y entornos, pero al mismo tiempo, es un autor con una estructura simplemente horrible en sus trabajos. Esto es algo de lo que ya hablaré mas en profundidad con los Fantasmas, pero es un problema que aquí también aparece. Tal vez no sea del todo justo echarle las culpas al autor, porque hay que entender que originalmente estos libros no estaban en venta digital, sino que se vendían en formato de bolsillo con un límite de 300 y pico páginas, pero por otro lado me he encontrado con libros mas cortos capaces de dar un planteamiento, nudo y desenlace mucho mas satisfactorio. Dan Abnett es un autor que muestra la importancia de hacer un esquema de la trama antes de ponerte a escribirla, porque de lo contrario llegas al final sin casi espacio y te toca hacer las cosas deprisa y mal. Una vez mas, esto es algo que es muchísimo peor en los Fantasmas, pero aquí tampoco nos libramos de una trama que avanza a buen ritmo durante la mayor parte de la obra pero que resume en cinco páginas un final que podría alargarse varios capítulos, algo que podría dejar pasar si no fuera por el peor pecado que comete Abnett en sus trabajos: el maldito espectáculo de relleno.

No pienso que la pluma de este autor sea particularmente habilidosa, mas bien lo contrario. Sabe compensarlo en materia de personajes y construcción de mundo, pero eso no quita que su léxico sea mas bien limitado y los recursos lingüísticos brillen por su ausencia, aunque eso no le impide narrar buenas escenas de acción con un detalle minucioso y hasta algo de atmósfera, pero ese es exactamente el problema. Los trucos de Abnett para agilizar el desarrollo de personajes y de construcción de mundo están bien para ahorrar páginas, pero de poco sirve si luego nos encasqueta capítulos enteros de acción de los que podría al menos tratar de prescindir para intentar, no sé, hacer desarrollo de personaje o meter algo de subtexto, o por lo menos, intentar reservarse las últimas cincuenta páginas para que el final no se sienta abrupto, por no decir anticlimático.

Al final del día Abnett sigue siendo un autor notable, y Eisenhorn, que por cierto podéis encontrar en español, es una obra que recomiendo, pero mentiría si dijera que no le tenia ganas a este autor por todas las alabanzas que el fandom le dedica, en parte porque, reitero, nuestro catálogo de novelas de 40.000 en español es limitadísimo, pero quien está dispuesto a superar la barrera idiomática se encuentra con historias que han evolucionado mucho desde las primeras publicaciones de hace ya veinte años.